viernes, 4 de enero de 2008

Velada Literaria del IV Concurso Literario 'Rafael Alberti'

Qué bien hemos comenzado el año...
He tenido la satisfacción de representar a Antonio Machado en la Velada Literaria previa a la entrega de premios del IV Concurso Literario 'Rafael Alberti' que cada dos años convocan las Juventudes Socialistas de Valencia de Don Juan.
Fue una noche inolvidable, emotiva, tanto por el lugar como por el acto, pero sobre todo por la compañía.
Para los que no pudísteis acercaros al Café Diario, podéis leer las intervenciones de Jorge Mateos -Pablo Neruda-, Marisol Chiches -Jorge Guillén-, María Vázquez -Miguel Hernández- y Teresa Giganto -presentación y Luis de Góngora-. Sólo teneis que pinchar sobre sus nombres para acceder al enlace. Mi intervención fue la que sigue:

''Pocos conoceréis mi verdadero nombre: Antonio Cipriano José María y Francisco de Santa Ana Machado Ruiz, lo dejaremos en Antonio, Antonio Machado.

I
Nací en Sevilla, en 1875, en el seno de una familia acomodada de intelectuales. Mi abuelo, Antonio Machado Núñez, fue catedrático de Ciencias Naturales en la Universidad de Sevilla; mi padre, Antonio Machado Álvarez, fue inicialmente abogado, pero posteriormente ganó la cátedra de Folclore en la Institución Libre de Enseñanza, y todos nos trasladamos a Madrid.

Inicié mi formación precisamente en la Institución Libre de Enseñanza, pero la prematura muerte de mi padre, por tuberculosis, me hizo trasladarme a París en compañía de mi hermano, donde trabajé como traductor. Allí conocí a Oscar Wilde, Pío Baroja y Rubén Darío. Especialmente éste último me influyó en el modernismo, que queda evidente en mis primeras obras.
I
¡Tenue rumor de túnicas que pasan
sobre la infértil tierra!...
¡Y lágrimas sonoras
de las campanas viejas!
I
Las ascuas mortecinas
del horizonte humean...
Blancos fantasmas lares
van encendiendo estrellas.
I
—Abre el balcón. La hora
de una ilusión se acerca...
La tarde se ha dormido
y las campanas sueñan.

Gracias a mi estancia en París, de vuelta a España pude sacar oposiciones al puesto de catedrático de francés. Cubriendo una vacante en Soria conocí a Leonor, mi gran amor. Nos casamos en 1909, yo por aquel entonces tenía 34 años y ella solamente 15, pero no nos importó. Tuvimos dos hijos y aquella fue la etapa más feliz de mi vida.

1912 fue un año contradictorio, logré mis mayores reconocimientos tras publicar Campos de Castilla, pero al poco tiempo de aquello la tuberculosis de nuevo se interpuso en mi vida y me arrebató a Leonor:

Una noche de verano
-estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa-
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
-ni siquiera me miró-
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.

Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
la muerte no respondió.

Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!

Los años subsiguientes fueron muy duros en lo personal, pero pude ir remontando el vuelo. Conocí a Lorca en 1917 y dos años más tarde me trasladé a Segovia, donde colaboré para crear la Universidad Popular. En 1927 me habían elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua, pero nunca me senté en mi sillón. Un año después recuperé el amor con Guiomar.

I
En Segovia me encontraba a la proclamación de la 2ª República, izando la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento. Fueron años de esperanza, de progreso, de ilusiones…, pero todo se frustró con el golpe de estado.
I
En 1937 me fui a Valencia y allí publiqué La Guerra. Luego a Barcelona, y finalmente crucé la frontera hacia Francia. Otros amigos y compañeros se quedaron atrás:
I
I
I - EL CRIMEN
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas,
de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico.
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-.
...Que fue en Granada el crimen
sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...

II - EL POETA Y LA MUERTE
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque - yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
"Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"

III
Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

A los pocos meses de estancia en el exilio francés me llegó la muerte. Mi inseparable hermano Manuel, con quien había escrito obras de teatro, había dedicado un panegírico a la victoria de Franco, titulado «Al sable del Caudillo», por el que luego mostraría un gran arrepentimiento al enterarse de las muertes de nuestra madre y de mi mismo. En el bolsillo de mi chaqueta encontraron mi último verso:

Estos días azules y este sol de la infancia